Aterrizajes nocturnos: cómo navegar a la luz de la luna reconociendo correctamente las distintas luces
Si se toman las precauciones necesarias, navegar en alta mar en la oscuridad es bastante sencillo. Lo más importante es reconocer las luces de la otra embarcación y mantener rutas seguras. Durante el curso para obtener nuestra licencia de navegación memorizamos todas las posibles combinaciones de luces. Desafiamos a cualquiera a recordarlos todos unos meses después del examen.
Sin embargo, algunas luces tienen una importancia fundamental. Las luces de camino, por supuesto, para entender la dirección de la embarcación o del barco por el que pasamos, y las que indican peligros o señales cardinales.
Para estas luces vale la pena hacer un repaso constante e imprimirlas en la mente, para no tener ninguna duda, si por ejemplo vemos una luz roja en movimiento, de que es un barco que nos está mostrando el lado izquierdo. El problema, sobre todo cuando se trata de buques y barcos de pesca, es que aunque se tengan claras las diferentes combinaciones de luces, a veces es realmente difícil identificar incluso las básicas, es decir, el rojo y el verde.
Los primeros son una luminaria ambulante, con luces multicolores repartidas por toda la superficie, los segundos suelen tener faros muy potentes y luces de trabajo blancas. En cualquier caso, sobre todo con un poco de experiencia y costumbre, es posible entender a través de las luces el lado que muestra el barco que estamos cruzando y gracias a su movimiento, en qué dirección va. Otra cosa, y un poco más compleja, es desembarcar o navegar de noche hacia puertos o ensenadas en zonas de aguas restringidas como los archipiélagos.
Gracias a la electrónica más moderna, tener la posición exacta y seguir una ruta de noche es mucho más fácil, pero aparte de los fallos del gps y del radar, son siempre y todavía las luces las que nos permiten navegar bajo la costa y hacer aterrizajes nocturnos con seguridad.
Durante la aproximación a la costa, son los faros, es decir, las luces de mayor alcance, los primeros en ser avistados, y luego, a medida que la distancia disminuye, comienzan a verse las luces que indican las entradas a los puertos, los pasos obligatorios y las alineaciones.
Cada una de estas luces tiene su propio nombre en forma de números y letras que indican sus características. Estos datos, que figuran en la lista de faros y luces y en las cartas náuticas, permiten saber de qué luz se trata y en qué lugar de la costa se encuentra. Cerca de la costa hay otras luces, las que indican peligros. Algunas son señales de peligro aisladas, otras son señales de peligro cardinales, que nos indican el camino a seguir en relación con la propia señal.
En todos los casos, al acercarse a la costa de noche, es necesario estudiar el mapa, la posición de los faros y las luces con antelación, y sobre la base de esta información establecer una ruta de aproximación. Una vez que se ha acercado a la costa, debe desembarcar, es decir, debe entrar en un puerto o fondear en una rada. Esto es lo que se entiende por aterrizaje nocturno.
Hacerlo siguiendo una alineación nocturna es la técnica que nos permite «colarnos» sin problemas incluso en situaciones complejas. Una alineación, en este caso nocturna pero el principio también es válido para el día, se produce cuando dos objetos de la costa situados a diferentes alturas, aparecen alineados en la misma dirección.
En el diseño anterior hemos representado la secuencia de una alineación de dos luces.
En el diseño 1, el patrón ha identificado las dos luces, de las que conoce el periodo indicado en la carta, situadas en la montaña a dos alturas diferentes. Los ve naturalmente escalonados: el más alto aparecerá más atrás.
Siguiendo el rumbo indicado por el procedimiento en el libro piloto, se reduce la distancia angular de las dos linternas. (Diseño 2).
Unos instantes antes de ver por fin las dos luces alineadas, el patrón se aparta (Diseño 3) para tomar el rumbo indicado por el procedimiento manteniendo las dos luces alineadas y procediendo así con seguridad a liberarse de las rocas. Por poner un ejemplo concreto, tomemos el caso de Cala Gavetta, el pequeño puerto de la isla de La Maddalena, aunque sólo sea porque toda nuestra redacción navega por motivos de trabajo y formación a menudo y de buena gana por esas aguas.
Derroteros y carta náutica en mano, podemos leer en el primero y visualizar bien en el segundo, el procedimiento a seguir. Nada trascendental, pero ni siquiera trivial, ya que la ruta de entrada al puerto está plagada de rocas y aguas poco profundas.
En el libro del piloto podemos leer que viniendo de «oeste con rumbo este tendremos que aproximarnos por 014 grados siguiendo la alineación de las dos luces verdes colocadas en la montaña…». Las luces tienen, como se ha dicho, sus características reportadas en la carta incluyendo su período. El comandante sabe que debe centrar su atención en la ruta oriental a seguir y en avistar las dos luces de la isla de La Maddalena. Una vez localizado, sigue su curso hasta unos momentos antes de verlos alineados. En ese momento se detiene por 014 grados.
Eso sí, todos los marcajes y rumbos trazados en la carta son verdaderos. Así que, teóricamente, tendrías que corregirlos para convertir el rumbo verdadero en un rumbo de brújula para dárselo al timonel. La diferencia en la realidad es tan pequeña que ni siquiera es legible en la brújula.
Seguiremos manteniendo las dos luces alineadas hasta que -como nos dice el libro del piloto- interceptemos una nueva alineación a nuestro lado de estribor de dos luces verdes intermitentes que debemos seguir durante 66,2 grados. Una vez realizada la nueva alineación, la seguiremos hasta que, a nuestra izquierda, veamos las luces verdes y rojas de la entrada al puerto de Cala Gavetta. Por la noche, prestando la máxima atención al tráfico de transbordadores entre Palau y Maddalena, pudimos desembarcar perfectamente navegando en la oscuridad en aguas llenas de rocas y poca profundidad.
Otra importante fuente de luz capaz de indicar con precisión la ruta a seguir y permitirnos realizar aterrizajes nocturnos con total seguridad está representada por las luces de sector.
Se trata de un haz de luz dividido en sectores de diferentes colores. Además de representar corredores reales para el aterrizaje, gracias a los procedimientos recogidos en los libros de los pilotos permiten seguir rutas seguras para rodear cabos, navegar en fiordos, afrontar pasos estrechos entre rocas y aguas poco profundas.
En el caso de estos faros, la luz verde no indica una luz verde. Suele indicar, como en el dibujo reproducido anteriormente, un límite además de la luz roja. En el dibujo vemos la ruta de aproximación a la costa indicada por el faro en sectores al noreste de Cannes. Vemos un sector verde a la izquierda, uno blanco mucho más pequeño, otro sector rojo, un segundo blanco y finalmente el último verde. Los sectores blancos son los posibles corredores de aterrizaje.
En concreto, siempre refiriéndonos a las experiencias de navegación en estas zonas, si navegamos desde el noreste por la costa, siguiendo las indicaciones de las cartas y los libros de los pilotos, sabemos con certeza que podemos navegar y desembarcar con seguridad en la luz blanca del faro de Antibes. Pero si, continuando nuestra navegación a lo largo de la costa, entramos en el sector verde, es decir, vemos la luz verde, sabemos con la misma certeza que no podemos desembarcar hasta encontrarnos de nuevo con la luz blanca del mismo faro. En ese momento podemos desembarcar con seguridad.
Para concluir, nos gustaría proponer un principio que consideramos fundamental para la seguridad de los aterrizajes nocturnos. Si, al navegar de noche, no está seguro de su posición y de la ruta de aterrizaje que debe seguir, nunca pruebe suerte basándose en sus recuerdos de la navegación diurna en la misma zona. En caso de duda, quédese fuera y espere a que llegue la luz del amanecer.