Los últimos salones, a partir del de Cannes, pasando por Génova y llegando hasta Düsseldorf, han sancionado la presencia de una recuperación, sólida y estable, del mercado náutico en Europa.
Por supuesto, no estamos hablando de incrementos desequilibrados o de recuperar los números de un mercado que tal vez, en retrospectiva, hasta el 2008 era también un poco falso. El uso desenfrenado de instrumentos financieros, demasiado subvencionados, había puesto en efecto el inicio para un mercado que, en parte, era completamente virtual.
En esos años, los armadores que se acercaban a la náutica gastaban menos al comprar un barco nuevo que comprando uno usado. Era suficiente pagar el 20% de pago inicial y hacer un cómodo préstamo de diez años para el resto del importe, subvencionados también por una reducción del impuesto IVA que, de hecho, corresponde a un descuento del 10% sobre el valor de la embarcación.
Por otro lado parecía no haber ningun problema para el retiro del usado, cualquiera retiraba embarcaciones sin preocuparse por el valor contable del bienes o de los resultantes de activos financieros.
Muchos astilleros nacieron en la ilusión de un mercado que, drogado cómo estaba, permitìa a cualquiera empezar a producir barcos, incluso en condiciones extremadamente precarias. Esto fue suficiente para llamarlos «one off » y como por arte de magia, se activaba un mercado completamente virtual
Por lo tanto se vivìa en una euforia colectiva donde muchas cigarras, palabras de Esopo, alegóricamente se alejaban de un modelo de business industrial que, necesariamente y notoriamente, es el que necesita de la hormiga.
Y que no nos vengan a decir que la culpa de la crisis fue generada por un gobierno (el de la época) que, sin duda ingenuo e imprudente, sólo ha creado una desventaja adicional para los operadores italianos, pero ciertamente no es responsable de una crisis que fue europea, en rasgos mundo.
El único verdadero responsable de la crisis fue el mismo mercado, o más bien, la burbuja que lo caracterizaba y que había crecido hasta explotar con un rugido que diezmó astilleros y empleo en un semestre que definir negro es un eufemismo.
El mercado luego fue dañado sin posibilidad de reparación, y quien pagò por esto?
la construcción naval seria, las industrias fiables, los que generan cientos de miles de puestos de trabajo y los que producìan artículos de lujo y de placer con niveles muy altos de calidad.
Y por supuesto, tambièn los armadores, que recibìan productos de mala calidad que compraban a las personas que, en la primera ráfaga de viento, desaparecìan sin dejar rastro.
Pero este ciclo negativo, interrumpido hace dos años, dio a luz a un bebé que el año pasado daba sus primeros pasos y que desde el pasado septiembre, también ha empezado a hablar.
La nàutica de hoy es el resultado de una selección natural durisima, que tiene excelentes características morfológicas y funcionales.
La madurez que las industrias han acumulado en estos años difíciles nos está dando empresas sólidas y estables que vuelven a producir embarcaciones donde el precio es finalmente (y ya era hora) en relación con los costos de producción y los niveles de calidad.
También la madurez de los armadores ha crecido, y hoy se destacan claramente las diferencias en calidad y precio entre el nuevo y el usado y ya no se esperan de cambiar el barco sin pagar un precio razonable.
Por encima de todo lo que aprendiò a entender que la compra de un activo de varios cientos de miles de euros a una empresa que tiene un cobertizo en alquiler y dos trabajadores ocasionales, es sin duda un juego de azar.
Con este contexto, por lo tanto esperamos una recuperación que sólo puede ser buena para la industria, el empleo y sobre todo, a la moral de miles de armadores que hacen posible todo esto.
