Momento intenso para Donald Trump después de la supuesta implicación de su personal con los hackers rusos. Y la evidencia de vínculos entre el recién elegido presidente de Estados Unidos y los oligarcas de Moscú podrían pasar tambièn a travès de los yates. Pero vamos por orden. Es una noticia de ayer que la Federal Bureau of Investigation, el famoso FBI, está llevando a cabo algunas investigaciones para determinar si durante la última campaña electoral para la presidencia, han habido colusiones entre los hombres de Trump e informáticos rusos que habrían contaminado el regular progreso hacia la Casa blanca.
Y así, mientras que los federales están investigando, se comienza a prestar atención a todo lo que se refiere a los colaboradores del tycoon. Y aquí entran en juego los Yates. El viernes pasado , Anna, una Feadship de 67 metros amarrado en el North Sound, una bahía de Virgin Gorda, isla de las British Virgin Islands meta para los cruceros de primavera para muchos mega-propietarios. Al caer la noche, mientras que muchos barcos se alejan, llega otro megayate, Sea Owl, otro Feadship de 62 metros con verdes amuradas, que se amarra junto a Anna.
No habría nada de extraño, una bahía caribeña que aloja dos superyates es absolutamente normal, la cosa se vuelve curiosa, o si se tiene en cuenta que el propietario del primer yate es el oligarca Dmitry Rybolovlev, quien hizo su fortuna con fertilizantes y ahora, con sus 7.3 mil millonesde dolares, según Forbes es el 12mo hombre más rico de Rusia. El segundo, en cambio, es la reciente adquisición de Robert Mercer el más entusiasta partidario financiero de Donald Trump.
Una combinación, probablemente, pero en los últimos días Rybolovlev ha declarado en repetidas ocasiones de no tener intereses en común con el rubio inquilino de la Casa Blanca, ni de haberlos tenido durante la campaña. Escusatio debido a un conspicuo anterior: el propietario de la empresa productora de potasio Uralkali, en el 2008 se convirtió en el hombre que pagó el precio más alto por una casa en los Estados Unidos: $ 95 millones desembolsados para comprar una casa de 5700 metros cuadrados Norte County Road, Palm Beach, Florida.
Quien vendía era el futuro presidente a rayas y estrellas. En aquel momento muchas personas se preguntaban por qué se habìa pagado tanto: $ 13 millones más que la casa más cara hasta entonces. La respuesta oficial fue que se trataba simplemente de una inversión en bienes raíces.
Pero mientras tanto, las coincidencias no faltaron. Segùn los datos de la Federal Aviation Administration, la institución que controla el tráfico aéreo, el avión privado de Rybolovlev fue visto varias veces en las ciudades en las que Trump estaba implicado en las presidenciales e incluso después de la elección. En el octubre pasado, el ruso aterrizó durante una hora en Las Vegas, sólo 37 minutos después de la salida prevista del aviòn de Trump desde el mismo aeropuerto. Un mes más tarde, justo cinco días antes de la elección, el Airbus 319 del industrial ahora residente en Monte Carlo, en el Principado de Mónaco, aterrizó en Charlotte, Carolina del Norte, 90 minutos antes de la llegada del avión de Trump involucrado en un acto de campaña electoral.
La última superposición hace un mes cuando el avión de Rybolovlev aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Miami Rybolovlev mientras que el presidente entretenìa al primer ministro japonés Shinzo Abe en Mar-a-Lago, la villa de Palm Beach comprada por Trump en 1985 y hasta cuatro años antes arrendados por el gobierno de Estados Unidos como residencia de invierno de los presidentes de Estados Unidos. Ahora, como es Rusia la principal sospechosa en el funcionamiento de los hacker de los correos electrónicos relativos a la campaña de Hillary Clinton, la rival demócrata vencida por Trump en la última elección, y revelados por Wikileaks, no es de extrañar que hayan atenciones a las relaciones entre Trump y los modernos zar.
Y los hombres que actúan como vínculo no faltan al immobiliarista Yankees. El ex gerente de la campaña Paul Manafort, el ex asesor de Seguridad Nacional Michael Flynn, el Procurador General Jeff Sessions y el ex asesor de campaña electoral Carter Page tienen todos relaciones con la grande madre Rusia, así como el propio Trump desarrolla negocios de inmuebles con compañías rusas tanto en Fort Lauderdale, Florida, que en Nueva York. Posibles conexiones entonces serían garantizadas por el secretario de Comercio Wilbur Ross, uno de los principales accionistas del Bank of Cyprus, muy involucrado con los negocios del presidente ruso Vladimir Putin (e incluso el mismo Rybolovlev posee acciones del banco. Ross es también «vecino de casa» del presidente con su mansión en Palm Beach. Tambièn està el vínculo a travès de Deutsche Bank, donde otra curiosa coincidencia – el ex administrador està ahora a cargo del banco chipriota antes mencionado. Deutsche Bank es el principal acreedor de Trump con aproximadamente $ 300 millones, pero ya se ha visto obligado a pagar una multa de 425 millones de dólares al estado de Nueva York para el reciclaje de 10 mil millones en la moneda rusa. En resumen, motivos para sospechar intereses en juego los hay ademàs de un gran número de coincidencias. Quien sabe si por esta cercanía marina no comienze a desentrañarse algunos de los nuevos aspectos de la llamada Russiangate.