Cabo enredado en la hélice
Si ha elegido agosto para sus vacaciones en barco, prepárese para aceptar los inconvenientes que conlleva la sobrepoblación de los puertos y amarres. Uno de los mayores peligros que se encuentran al navegar a motor, precisamente en las marinas abarrotadas, es que el cabo de alguna boya o incluso una bolsa de plástico a la deriva, se enrede en la hélice, generalmente bloqueando el motor.
Tan pronto como su hélice haya encontrado un cuerpo extraño, se manifestará un síntoma inconfundible: de repente las revoluciones del motor disminuyen, deteniendose inmediatamente. Los expertos aconsejan, antes que nada en estos casos, retirar el engranaje y el gas en el menor tiempo posible para reducir la tensión en el eje de transmisión, ya que en el peor de los casos podría romper el amortiguador, y entonces son dolores si no encuentra un mecánico con la pieza de repuesto.
Personalmente, le recomiendo, en mi experiencia personal, si ha tenido la prontitud de sentir el incoveniente que le ha sucedido, de intentar, después de una parada inmediata, revertir la marcha, solo por un momento. A veces, especialmente cuando se trata de bolsas de plástico o grandes cabos, puede funcionar y, por lo tanto, se deshace del problema. De lo contrario, mantenga la calma, detenga el barco sin daños, amarre lo más ràpido posible en el muelle o deje caer el ancla si se encuentra en un área adecuada para hacerlo y debidamente protegida.
En verano, cuando las aguas son cálidas (si también son claras, es aùn mejor) no será un gran problema bucear o encontrar a alguien con una máscara, aletas, tubo y un cuchillo afilado que liberará la hélice de su barco. Es una buena idea que a bordo siempre se encuentre lo necesario para estas pequeñas inmersiones, sería mejor tener un » traje de buceo» para las inmersiones que pudieran ocurrir al principio o al final de la temporada.
Cuando las aguas no son particularmente cálidas, en lugar del traje puede usar un suéter ajustado, posiblemente de lana, que, aunque en una forma mucho menor, ayuda a formar una capa de agua menos fría alrededor del cuerpo. En estas condiciones, así como si nos encontraramos con mar agitado, es preferible que la persona que se haya prestado a la inmersión esté asegurada a la cubierta con un cabo de seguridad.
Si lo que se enreda en la hélice es un cabo de a bordo, casi siempre es posible liberarse sin bucear o cortarlo. En los casos más simples, es suficiente aplicar tracción después de poner el motor en punto muerto. Si el cabo no se libera de esta manera, será necesario acceder al motor para girar el eje de la hélice a mano, después de haber determinado la dirección de rotación en la que se enrollò el cabo. Giro tràs giro, con tanta paciencia, podràs liberar la hélice, pero no olvides que forzar demasiado sobre el cabo que tiramos desde la cubierta podría dañar el eje: si la masa es dura y resiste, entonces el baño es inevitable.
Un último intento antes de bucear lo puede hacer desde el bote auxiliar, utilizando el bichero, al cual habrá atado firmemente un cuchillo: lo ideal es uno a sierra como el que se usa habitualmente para cortar pan.
Si para la hélice (y no hablamos para el ancla) una inmersión es la única solución posible, deben considerarse afortunados aquellos que han podido aprender a bucear asistiendo a un curso de «buceo», equipandose así del equipo apropiado para mayores profundidades o temperaturas no siempre càlidas.
Confieso que los envidio especialmente cuando veo incluso a navegantes ancianos con tanques, pesas y todo lo demás necesario para sumergirse y trabajar en silencio por un tiempo.
A uno de ellos, de mi edad, le pregunté si estaría de acuerdo en que asistiría a un curso para obtener al menos la primera licencia de buceo. Sin dudarlo, me dijo: «el curso ciertamente te cuesta menos que una nueva ancla».
Y para la hélice, a poco más de un metro de la superficie, ¿vale la pena tomar un curso de buceo? Posponemos la decisión con la expectativa de que organicen las patentes subacuáticas con cursos especiales llevados a cabo por la Universidad de la Tercera Edad.
Buen viento.