Ayudar en el muelle, sí, pero bajo ciertas condiciones

Y seamos sinceros: ¿quién puede realmente decir que nunca ha sentido cierta curiosidad por observar las maniobras de amarre de los demás? Tal vez sentado en el bar de la marina, bebiendo una cerveza y después de haber sentido adrenalina proporcionada por la maniobra?

Algunos, en estas situaciones, muestran lo peor de sí mismos, disfrutando de los errores de los demás, cultivando una sutil satisfacción que proviene del ser capaz de decirse «yo en ese desastre nunca he estado».

En la mayoría de los casos, sin embargo, germina y crece en cuestión de segundos el extraño sentido de la solidaridad entre los marineros, mezclado con el impulso narcisista de querer demostrar lo que puede hacer.

Y este es el peor momento para cualquier persona que está llegando al amarre con cierta dificultad, roído por las dudas y las incertidumbres de los neófitos.

El desafortunado, termina como alimento de una horda ruidosa de capitanes en pantalones cortos y chanclas que gritan sugerencias tan estrictas que parecen órdenes dictadas por el Ministerio de la Guerra de la antigua Unión Soviética. Con consternación ven en el muelle una nube de brazos giratorios que indican direcciones, ejemplifican ángulos, apuntan cabos y cuerpos muertes, en ese orden en esparcido y flagrante contradicción capaz de confundir incluso al difunto Straulino que parece que sobre maniobras entendía bastante.

En cambio…

Una ayuda en el muelle además de ser útil es también un deber y una muestra de la cultura marina. Siempre y cuando se realice con delicadeza, cortesía y discreción. Cualidades que crecen de manera exponencial durante los años, a medida que se adquiere más experiencia y confianza, recordando que en el fondo esa sensación de «me estoy jugando el futuro con este amarre» la hemos probado todos.

Así que si queremos dar una mano, intentemos al menos entender quién está llegando al amarre. Si en la maniobra se encuentra una persona con experiencia se sabe de inmediato; nos limitaremos a recibir los cabos y pasarlos en la anilla o alrededor de una cornamusa o también ofrecer la cima del cadáver al gancho del bichero.

Salta a la vista con la misma claridad cuanto se encuentra al mando un neófito o una persona indecisa o tímida por carácter. En esas ocasiones la persona jura a sí mismo de que esta es la última vez que sube a un barco. Todo lo que ha aprendido y sabe hacer desaparece en la niebla e incluso con solo ver a alguien que mueve una defensa en el barco al lado del lugar al que va a amarrar, sirve como una vitamina para su ansiedad.

Si desde nuestro lugar, que nos encontramos en el muelle, además de la tranquilidad derivada por la ubicación también hay un poco de más experiencia, en primer lugar, incluso delante del operador más nervioso, eliminamos cualquier consejo/orden gritado. Si el patrón nos pide un consejo o ayuda, no hay duda de que podemos intervenir. Si su solicitud no es tan explícita, pero nuestra presencia en actitud de cooperación se refleja en su cara en una especie de alivio, empezamos hablándole con calma, centrándonos en la primera información fundamental: la velocidad.

Si no da gas, el barco no logra maniobrar. En algunos casos extremos, podría ser la solución para limitar los daños, con un barco que se inclina lentamente en la proa del otro. A continuación, evaluamos la situación y en un caso límite en el cual solo se puede empeorar la situación, les aconsejamos de quedarse quieto.

Si en cambio damos detalles precisos, no continuamos repitiendo, en tonos altos, si vemos que la respuesta es lenta o inexistente. También es posible que aquellos en el mando de la maniobra hayan decidido no seguir los consejos e insistir solo sirve para aumentar la tensión. Por último, traten, si es posible, hacer que otros entiendan que es bueno que hable una sola persona, eliminando así el coro de opiniones contradictorias.

En muchos casos, será suficiente nuestra presencia en el muelle para calmar el alma y la mente de quien viene en al amarre, y un cabo de popa en el momento adecuado puede deshacer la tensión mejor que cualquier otro consejo no solicitado.

Nico Caponetto

A professional journalist, Nico Caponetto started his career as a newspaper journalist before entering yachting publishing 10 years ago. A sailing instructor, he has been sailing for 35 years. For some years, he has been working as journalist, skipper and instructor alternatively, teaching sailing, delivering boats and providing charter services.

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