La elección meditada de una justa ancla.

Hace unos días se sentìan las quejas a bordo, pero esta vez parecía el comienzo de un verdadero motín, tanto que, para no terminar como el Capitán Bligh, acepté las súplicas de la tripulación, que estaba dirigida por Fabio, y di fondo el ancla al norte del islote de Figarola (sic east), no lejos de Rovinj. Por algunos días fui acusado de evitar el baño reparador en agosto, que efectivamente estaba soleado.

Convencido de que el peor peligro en el mar es la tierra, el fondo del mar en la costa y los fondeos no esenciales me ponìan y me ponen siempre ansioso, pero esa vez tuve que aceptar y dar fondo al ancla, en unos diez metros de agua, a mi Bruce, dando tres o cuatro longitudes de cadena.

Pero cuando decidimos zarpar, mis ansiosas profecías revelaron sus méritos: el único brazo del ancla se había deslizado bajo una roca enorme y no había forma de superar la junta. Les ahorraré la descripción de las cuatro horas de trabajo, el «ruidoso» silencio de mi tripulación costera y la torpeza de una lancha motora austríaca que se había rendido inmediatamente después de la inútil ayuda. Mis cálculos mentales se tomaron de lo que hubiera costado la pérdida de una Bruce y cincuenta metros de cadena y al final nos liberamos gracias a la ayuda providencial de un paciente y experto compatriota que me ayudó a retirar el ancla utilizando el orinque afortunadamente creado por mí y correr a lo largo de toda la cadena.

El ancla, «el fero» de los venecianos, escribìa Marco Sassu hace algunos años: «… es esa herramienta de metal estudiada y utilizada para morder (agarrar) en el fondo del mar … y que debe poseer algunas características necesarias que son: 1. El agarre fácil con el fondo marino. 2 El excelente agarre. 3 Una fácil sistemaciòn».

He aquí la elección del ancla más adecuada, su forma, el peso y la conexión con la cadena o el cabo de la embarcación, han producido páginas y consejos que, sin embargo, nunca son demasiados cuando se confía esta herramienta a la seguridad y a veces la salvaciòn del barco y la tripulación.

Ancla fisherman

Los tipos de ancla, que se utilizan con mayor frecuencia en la actualidad, especialmente en la navegación, son muy sofisticados y, además del peso, proporcionados al desplazamiento del barco, se distinguen por el uso en diferentes fondos. Las anclas para la arena, grava o pequeños guijarros estarán provistos de brazo con grandes superficies, para oponerse a un área de mayor resistencia; para el fango duro o las rocas, se orientará hacia anclas con marra sutìl y con una uña robusta.

La más famosa y clásica es el ancla fisherman, en desuso en la nàutica de recreo debido a la incomodidad del alojamiento y la habilidad necesaria para la maniobra, aunque es la más adecuada para casi cualquier tipo de fondo.

 

 

 

Ancla Danforth

La Danforth es el antepasado de las anclas, llamadas marras articuladas, y a esta categorìa pertenece la C.Q.R., también llamada arado; esta se considera la más extendida en el mundo después que G.I. Taylor la inventó, en 1933, con el propósito de fondear hidroaviones y su nombre se deriva de la abreviatura fonética, un acrónimo falso, del adjetivo inglés «secure», es decir, seguro.

 

 

 

Ancla Bruce

La Bruce es la última en nacer, ya que recién apareciò en 1972 con el objetivo de su inventor, Peter Bruce, de diseñar una herramienta de fondeo para plataformas petrolíferas; es un ancla muy común porque se considera válida tanto en la arena como en el fango y es más compacta, con el mismo peso, de un C.Q.R. o un Danforth.

 

 

 

Ancla Hall

La Hall es típica de grandes barcos o yates de época con grandes desplazamientos, ya que las cualidades de tensiòn se derivan exclusivamente de su peso. Por el contrario, pequeña y ligera es el ancla de paraguas; excelente «tensiòn» esta para los botes inflables y barcos de servicio porque tiene la conveniencia de poder cerrarlas y almacenarlas fácilmente.

Para los expertos en el asunto, es correcto señalar que también hay otros tipos de ancla, como la Delta, la Fortress, la Foblight, la Salle, la Britany, etc., pero a este punto creo que merece dedicar unas palabras sobre las conexiones del ancla al barco, técnicamente llamadas líneas de amarre.

 

 

El dilema del armador se consume entre la elección de la cadena y el cabo textil, este último sin duda más conveniente de estivar, menos costoso y menos influyente en ambiciones del skipper.

Todo esto es cierto, pero si el valor de a la seguridad de su barco y de quien està a bordo, la elección racional es una sola: una cadena que debe ser larga al menos cinco veces el borde exterior de su embarcaciòn, con un espesor de malla, en milímetros, casi igual a los metros del barco.

Por supuesto, esto se aplica al ancla principal, mientras que otras anclas vivirán con un principio de cadena continuarà con un cabo textil adecuado.

 

Algunos expertos consideran que es siempre prudente tener a bordo de tres o cuatro líneas de amarre completas y a sufragio de sus tesis mencionan el mítico Moitessier que, a bordo de su Joshua, transportaba un presupuesto de 6 anclas, 170 metros de cadena de calibre variable entre los 10 y 12.5 mm e incluso 410 metros de cabo de nylon con un diámetro entre 12 y 22 mm.

Pero tú, a bordo, ¿cómo te encuentras con el ancla?

Buen viento

 

Gennaro Coretti

“Periodista publicitaria desde 1978. Durante diez años ha editado una columna náutica en el periódico" Il Messaggero Veneto "y debutó con dos libros de historia local: la" Fortaleza de Palmanova "y" Santa María La Longa ", luego con el Editor Nutrimenti di Roma ha contado “L’Odessea dello Jancris” e realizo un manual para aquellos que acaban de soñar “Mi compro la barca“. Recientemente lanzó su primera novela "Il patto scellerato" y la selección de un centenar de artículos titulados " Un mare di gocce. "Era un paracaidista civil, todavía practicaba la navegación y el esquí, era un delegado provincial de la FAI y dos veces presidente de su propio Club Rotary ¡Animador de exposiciones y eventos que teme sobre todo el aburrimiento!"

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