El atraque aflige a patrones, capitanes y navegantes de todo tipo, así que veamos cómo pensar en las maniobras adecuadas, anticiparse a los imprevistos y, sobre todo, mantener la calma.
Las maniobras de atraque son un momento crucial en el que se descubre realmente la «estrechez» de la tripulación y el carácter de sus responsables. Insultos y maldiciones, gritos primitivos, dirigirse los unos a los otros, todo esto cuando el barco quizás está llegando a puerto. Por no hablar de que los momentos de tensión a bordo se viven en espacios reducidos y es difícil esconderse o esquivar. Todos conocemos el terror a dañar una embarcación, de la que a menudo no somos propietarios por la sencilla razón de que la hemos alquilado.
Se trata de una combinación de fuerzas (negativas) que generan un estado de ansiedad del que nos gustaría prescindir. Y, como dicen los viejos lobos de mar, después de un error siempre hay otro. Mejor tener cuidado, entonces. Las maniobras de atraque son también la prueba por excelencia de todo buen navegante, que suele ser juzgado por su actuación en estas difíciles situaciones. Y, de hecho, puede que hayamos recorrido miles de millas náuticas, pero sólo hace falta un amarre equivocado para dañar nuestra reputación con el tiempo. ¿Cómo hacerlo?
Hoy examinaremos los aspectos técnicos desde otro ángulo, a saber, el lado psicológico del atraque, que es de gran interés para ellos. En concreto, vamos a ver cómo mantener los nervios a raya y no hacer saltar el fusible. A continuación, definimos las estrategias adecuadas que hay que adoptar para reducir la infame ansiedad y, en consecuencia, permanecer lúcidos limitando los errores.
Una regla general, de la que se derivan todas las demás observaciones, se refiere a la necesidad de prepararse: conocer el barco y el lugar donde se va a atracar, preparar el equipo, preparar a la tripulación, si es posible, elegir la solución más fácil. No improvisar sobre la marcha, sino tener la certeza de haberlo preparado todo con calma, es una opción que cambia radicalmente nuestro planteamiento y reduce en gran medida el nivel de ansiedad.
Empecemos por el barco, familiarizándonos con algunas de sus reacciones fundamentales. Ya sea un velero, una lancha o nuestra propia embarcación que conocemos bien, antes de maniobrar hacia el muelle debemos comprobar sus respuestas. Evaluamos todo, si es posible, en aguas restringidas, o al menos con puntos de referencia cercanos. Cómo se deshace de la flotabilidad, qué efecto evolutivo imparte la hélice a la inversa. Comprueba, haciendo un giro de 180 grados, cómo se acerca a cámara lenta. Cómo reacciona golpeando hacia atrás y hacia delante, intentando hacerla girar sobre su eje. Y, por último, tengamos en cuenta el efecto que el viento ejerce sobre el trabajo muerto cuando hay viento cruzado.
Preparamos el barco para el atraque. Esto no sólo significa tener las líneas de atraque y las alas preparadas. Esto es lo mínimo. La cubierta: mantengámosla ordenada, libre de peligros inapropiados como toallas, vasos, paquetes de cremas y zapatillas. En la cabina es muy útil tener una VHF portátil para comunicarse con el puerto deportivo y recibir instrucciones y asistencia. Todo lo que cuelgue de las cortinas debe ser retirado por más de una razón: corremos el riesgo de ensuciarlo con las trampas y no es decente llegar al camarote con la ropa interior colgando. Además, todo lo que cuelga contribuye a resistir el viento y a aumentar sus efectos indeseables en el barco. Por la misma razón, en condiciones de viento es mejor cerrar el bimini y la capota de aspersión, que también restringen la visibilidad.
En primer lugar, echemos un vistazo al lugar en el que estamos maniobrando. Si ya lo conocemos, es perfecto para nosotros; si no, es mejor remitirse a libros de pilotaje o estudiar las imágenes en Internet. En función de las condiciones meteorológicas, si se puede elegir, tratamos de dirigirnos a un muelle de barlovento, con el viento que sopla lo menos posible a través de nuestra viga.
Preparamos a nuestra tripulación. La confusión que puede generar un patrón dando muchas órdenes confusas y contradictorias es inimaginable. Si luego se enfada y empieza a gritar ante la incapacidad natural de su tripulación para traducir sus delirios en maniobras, la bomba está preparada y explotará ante un público repleto en el muelle que no espera otra cosa.
Prepararnos psicológicamente y con gran pragmatismo británico. Sólo los ingenuos no cambian de opinión, pero cambiar una maniobra en el último momento, quizás cuando el viento sopla, nunca es lo mejor. Así que estudiemos bien las cartas, definamos claramente en nuestra cabeza la secuencia de acciones, cómo acercarnos al atraque, cómo aprovechar el efecto evolutivo de la hélice, cómo contrarrestar el efecto del viento o, en su caso, cómo sufrirlo a nuestro favor. Y no nos olvidemos de predecir qué línea pondremos primero en la orilla o cuál atraparemos.
Una vez que todo está claro en nuestras cabezas, sólo tenemos que proceder. Y debemos recordar siempre que somos nosotros los que mandamos, y debemos recordar siempre que somos nosotros los que mandamos. Y siempre recordando que somos responsables de la maniobra y que nos corresponde tomar la decisión final.
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