Umberto Felci cuenta los secretos del casco perfecto
¿Cuáles son las características de sus cascos?
Un buen casco no surge por casualidad. Sin duda, es el resultado de un profundo conocimiento de todos los elementos que conforman la complejidad del diseño de un barco de vela.
En la base están los estudios hidrodinámicos en profundidad pero, además de éstos, hay elementos accesorios que se tienen en cuenta y se evalúan a la hora de construir un casco y que determinan su eficacia y éxito.
Pero, ¿cómo lograr este equilibrio? Sin duda, empezando por el elemento más importante del barco, el casco.
Si sólo se buscara el rendimiento, o sólo la habitabilidad interna, podría ser algo más sencillo.
En el sentido de que, en ninguno de los dos casos, hay elementos conflictivos, que tienden a «mitigarse» entre sí, como ocurre en cambio en nuestro casco de crucero rápido, por ejemplo.
De hecho, partimos del axioma de que, para navegar bien, la característica más destacada de un casco «ideal» es sin duda la de tener la menor resistencia posible y que, para ser habitable en su interior, debe permitir unos volúmenes adecuados. En un barco de crucero, por ejemplo, que debe ser capaz de realizar ambas tareas de la mejor manera posible, la menor resistencia se encuentra tanto en la menor superficie mojada, asociada a una correcta estabilidad de forma, como en la menor resistencia al oleaje, asociada a un volumen adecuado.
Se trata de características importantes, cuyo equilibrio es difícil de conseguir pero que, sin embargo, determinan su eficacia.
Son difíciles precisamente porque hay muchos elementos que evaluar en un barco de crucero.
Un casco ideal debería, por ejemplo, tener la «capacidad» de seguir siendo lo más eficiente posible, incluso y sobre todo cuando sus condiciones de carga varían. Evidentemente, esta característica no es necesaria en un casco diseñado exclusivamente para la regata, ya que su peso, en condiciones de funcionamiento, será siempre el mismo.
En cambio, en un barco de crucero estas condiciones varían, y mucho. Entre un peso en ajuste «ligero», es decir, sustancialmente con el barco vacío y sin carga, y uno con «carga completa», es decir, con líquidos y el equipo normal necesario para el crucero, puede haber una diferencia de hasta el 20%.
Para encontrar la relación correcta entre la superficie mojada y la estabilidad de forma en un barco de regatas, hay que asociar esta relación sólo con la potencia ofrecida por la superficie de la vela, el peso no es una variable.
Por otro lado, en un barco de crucero la variación de peso se convierte en un factor muy importante.
A medida que aumenta el peso, el volumen sumergido obviamente aumenta y, en consecuencia, también lo hace la superficie mojada. La relación con la que ésta aumenta en relación con el incremento del volumen es uno de los elementos clave, a estudiar y resolver, y está directamente vinculada a la forma del cuerpo de la canoa.
Al aumentar el volumen, un casco muy plano tendrá un aumento mucho mayor de la superficie mojada que un casco más redondeado y esto podría tener un impacto negativo importante en el comportamiento del casco en condiciones de viento flojo. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que un casco plano se asocia a una mayor estabilidad de forma, lo que se traduce en un menor ángulo de equilibrio para la misma potencia, y esto se considera generalmente positivo en un barco de crucero.
Este es un ejemplo de cómo un mismo casco puede tener elementos favorables y desfavorables para el buen comportamiento de la navegación.
Para llegar a una correcta determinación de la «respuesta» es necesario realizar un estudio muy exhaustivo de todos los pesos reales de la construcción y de los centros de gravedad de todos los elementos.
Para complicar aún más las cosas, las cargas «extra» suelen tener posiciones no baricéntricas, por lo que, además de aumentar el peso total del yate, hay que tener en cuenta un cambio en el «ajuste» longitudinal. Esto también debe gestionarse trabajando en formas de casco adecuadas para minimizar este impacto negativo.
Por poner un ejemplo práctico, si me imagino un barco que, con un ajuste ligero, se caracteriza por tener la popa por encima de la línea de flotación, al aumentar su peso y cambiar su ajuste longitudinal, puedo esperar un impacto más negativo que en un casco con un ángulo de salida mayor, es decir, con una popa más alejada de la línea de flotación.
Estos y otros muchos elementos, si se gestionan y calculan correctamente, contribuyen al nacimiento del casco «correcto», con el volumen adecuado y el centro de empuje situado en el punto correcto (el llamado Centro de Flotabilidad Longitudinal).
Sólo un casco hecho así es el que permite disfrutar de la navegación, tener el trimado adecuado tanto a vela como a motor, tener un cabeceo reducido, un paso suave sobre la ola y un balanceo limitado en el amarre, para disfrutar de sus vacaciones y de la navegación. Un casco diseñado para tener reacciones predecibles y controladas en todo momento y que, al timón, da la sensación adecuada de control, siendo de alto rendimiento pero nunca excesivo, incluso en las condiciones más exigentes.
En definitiva, tras muchos años de experiencia en el tratamiento de estos problemas, que se repiten de forma muy similar en diferentes yates, de forma más o menos evidente, hemos desarrollado procedimientos que nos permiten no equivocarnos y ofrecer siempre al astillero o al armador el mejor casco posible.
No se trata de un saber hacer que se pueda improvisar y estoy absolutamente convencido de cómo estos análisis y requisitos hacen que el diseño de un casco de crucero o de un crucero rápido sea tanto y quizás más complejo que el de un corredor puro. Como en casi todas las elecciones que hay que hacer en un proyecto, a una ventaja le corresponde una desventaja igual y opuesta. Sólo si se comprenden bien estas características, y se dispone de las herramientas para evaluar el «peso» real de los efectos que implican las distintas opciones, será posible encontrar la relación adecuada entre todos los elementos en juego.
Básicamente, hay que estudiar n carenados para n configuraciones y validarlas todas, trabajando dentro de rangos que puedan considerarse válidos. En una primera fase, se analizan estas gamas definiendo los principales parámetros de los cascos y las relaciones dimensionales relativas y luego, en una fase más avanzada, el análisis CFD.
Sin embargo, el hecho es que las herramientas extremadamente sofisticadas y eficaces, como las que ofrece un análisis CFD, que prácticamente ha suplantado al tanque naval, no pueden dar por sí solas la respuesta a este tipo de problemas.
Sólo el conocimiento directo de los problemas y de los efectos de las elecciones realizadas permitirá dar la forma adecuada al casco, que luego podrá evaluarse y optimizarse en modo virtual.
Desde mi punto de vista, este es el ADN de todo proyecto y de todo diseñador. El análisis de las distintas formas permite comprender las razones que las motivan y es un ejercicio muy interesante. También es muy interesante evaluar los resultados a lo largo de los años.
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