La suite del propietario que el ICE 66 rs reserva a su dueño es otro claro ejemplo de ello. Aquí la proa se afila bastante y, sin embargo, una vez más, este diseño hecho de tono sobre tono, de colores cálidos que se enfrían a medida que suben de altura, consigue ampliar increíblemente los espacios. La cama king-size está dispuesta en el centro y se ve realzada por los cambios de altura y por la iluminación superlativa, destacando unos armarios que hacía tiempo que no veía.
La cocina se desarrolla en forma de U, alrededor del mástil de carbono que, deliberadamente dejado a la vista, se integra perfectamente en el entorno reflejando sus formas en su superficie pulida. A bordo del ICE 66 rs las encimeras son infinitas, por todos lados, al igual que los grandes volúmenes de almacenamiento. Hábilmente disimulados por un mobiliario de exquisita factura, se encuentran muebles frigoríficos, placas de inducción y tantos armarios y casilleros que el ICE 66 rs está sin duda capacitado para largos cruceros de verano (o travesías oceánicas), lo que le confiere todas las calificaciones de crucero de aguas azules.
ICE 66 rs: la prueba de mar
Abandonamos el puerto mientras los veleros siguen aparejando la vela mayor, con el barco lleno hasta los topes. El ICE 66 rs navega a unos 6 nudos con el motor justo por encima de las 1.300 rpm, el casco se desliza limpiamente sobre el agua, sin dejar apenas rastro de su paso. Le pido a Roberto Innocenti, mi gran amigo y capitán, que acelere un poco, quiero averiguar cuál es la velocidad de crucero del motor, adelanta el acelerador y a 2.400 rpm alcanzamos los diez nudos y medio. Me giro y miro la estela, sigue limpia, la popa no quiere saber nada de bajar, las premisas son muy buenas, ya veremos…
Mientras tanto, la mítica térmica del Golfo de La Spezia, esa que nos da 10/12 nudos de velocidad real casi todos los días que Dios nos manda a tierra, puntual como un reloj empieza a abandonarnos. Por suerte el foque se va a la orilla bastante rápido, es un 103% y es perfecto para un crucero fácil.
Apagamos el motor cuando hay muy poco real, el instrumento es optimista y marca 4,9/5 nudos. Bajamos y, sorpresa, el barco se inclina crea su aparente e inmediatamente acelera, en un momento estamos por encima de 5 nudos, luego marcamos un 5,7 pero ya es hora de virar.
Estamos dentro del rompeolas, ceñidos, y estamos saliendo por el lado de Portovenere, si no queremos navegar hasta el faro rojo de Punta Santa María, tenemos que ser rápidos. Tomo nota mental del ángulo tan canónico como optimista de 90° mientras viramos y luego cambiamos de amura. Esta virada la he hecho mil veces, no se puede hacer con una sola virada cuando hay poco viento, hay boyas de mejillones… y en cambio el ICE 66 rs, además con soltura, vira sin aminorar la marcha y desoyendo la falta de señales de viento en el agua, sale por la nueva virada en un ángulo absurdo y vuelve a salir a más de 5 nudos.
Pasamos las plantaciones de mejillones con facilidad, con el barco corriendo como un tren y pasando entre otros veleros, despertando las miradas atónitas de los demás marineros que están ahí, casi quietos, con las velas colgando. Hombre como anda este ICE 66 rs.
Me bajo del barco a regañadientes y me paso al barco de apoyo para pilotar el dron. Despego mientras en el ICE 66 rs están izando el gennaker, es grande y rojo, 450 metros cuadrados de belleza. Vuelvo a ser escéptico, estamos detrás de Palmaria y aquí hay menos presión.
Sin embargo, la vela va a tierra y veo en el monitor que el barco arranca, lentamente al principio, luego se calienta de nuevo y acelera. Me pongo al costado, volando a la misma velocidad que el ICE 66 rs, el GPS de mi dron marca 11/12 kmh, o sea unos 6 nudos, una locura. Muevo el dron a popa y vuelvo a mirar la estela que, inexplicablemente, sigue plana y limpia.
Una magia que sólo un estudio como Farr Yacht Design podía hacer posible, una magia que debo, o más bien quiero, volver a probar cuando haya más viento porque, ahora estoy seguro, este ICE 66 rs aún me reserva muchas sorpresas.