utremer 55: una prueba de mar realmente desafiante.
Por desgracia, el mercado nos está acostumbrando a ver catamaranes de vela cada vez más parecidos a los de motor. Barcos que, en casi todos los casos, siempre acaban navegando predominantemente a motor. No me malinterpreten, a mí también me gusta estar cómodo en un barco, pero hay límites que, si se traspasan, hacen casi imposible la navegación.
Outremer Catamaran es un astillero francés que, por el contrario, lleva 40 años construyendo catamaranes hechos para navegar de verdad, ya sea para cruceros de verano o, como suele ser el caso, para despegar y dar la vuelta al mundo. Son barcos que pueden ir rápido, ofrecer gran comodidad y agarrarse al viento como un monocasco, todo ello con un nivel de seguridad muy alto.
Por eso, en cuanto se me presentó la ocasión, me subí al coche y salí disparado hacia La Grande Motte para embarcarme en un Outremer 55, el buque insignia de este emblemático astillero.
Prueba del Outremer 55
Nuestro Outremer 55 nos espera en La Grande Motte, sede del astillero y encantadora localidad de la Camarga, cerca de Montpellier. Aquí es donde nace el Mistral y la jornada de hoy lo confirma sin lugar a dudas. Seguimos en puerto, el viento sopla ya entre 20 y 25 nudos y la tendencia es a ir a más a medida que avance el día.
Sin embargo, Mark, el skipper, está tranquilo como una lechuga y, utilizando los dos motores, maniobra suavemente a través del briccole y nos saca del amarre. Lentamente, salimos del dique y, cuando aún estamos protegidos, nos colocamos a barlovento e izamos la vela mayor, luego la arriamos, el barco despega como un cohete y apagamos el motor. Sólo con la vela mayor, ¡ya vamos a 9,5/10 nudos de velocidad!
Abrimos el génova, lo ponemos de través y de nuevo nuestro Outremer 55 acelera, en poco tiempo estamos a algo menos de 14 nudos. A esta velocidad las millas corren rápido y además pronto salimos del abrigo que nos ofrece la costa, el fetch aumenta y con él la altura de las olas.
Estas son las condiciones que buscaba, así que, tras preguntar al skipper, me hago con el timón de barlovento y empiezo a gobernar.
Desde luego, no es el primer catamarán de vela que pruebo, pero éste es decididamente diferente a todos los que he navegado antes. El timón es vivo, responde bien y te permite «sentir» la presión del viento sobre las velas; gobernar en estas condiciones es embriagador.
El Outremer 55 navega rápido y seguro, con las orzas a medio bajar, en un mar blanco por el viento. Hay 24 nudos de viento real y navegamos serenamente a una velocidad de ¡16,8!
Empiezo a apretar, tengo que ver cómo se comporta el Outremer 55 contra el viento y, sobre todo, contra las olas. El viento aparente, sin embargo, obviamente aumenta mucho, así que le damos una mano a la mayor, enrollamos el génova y abrimos el trinquete.
A estas alturas ya estamos lejos de la costa, el viento real supera constantemente los 25 nudos y algunas rachas llegan a los 30. Las olas han crecido mucho y ahora tenemos una altura media de 1,5 metros.
A 60 grados del viento aparente, navegamos a 11,8 nudos y las olas no son un problema. Las sentimos, por supuesto, pero el paso de los cascos sobre ellas es suave, el catamarán no se bambolea y frena muy poco.
Vuelvo a apretar y llego a unos aparentes 35 grados, en estas condiciones de viento y mar no sería capaz de hacer este ángulo con un monocasco de crucero, sin embargo el Outremer 55 sigue navegando a entre 8 y 9 nudos de velocidad, sin ningún problema.
Vaya catamarán chicos, vaya catamarán…