Prince 30 Sport y Mazda MX 5. Paseo al aire libre para los dos reyes del recreo

Prueba comparativa: Mazda MX 5 y Prince 30 Sport de Nuova Jolly

Si quisiéramos interpretar literalmente el significado de la palabra “recreo”, nos daríamos cuenta de que su significado se refiere al ocio y el entretenimiento. Emociones que, cuando conducimos un vehículo que se maneja al aire libre, se exaltan en los niveles más altos.

Entonces, cuando el objeto de nuestro deseo también es precioso y decisamene deportivo entonces entran en juego otros factores que aumentan el placer de conducir y maximizan nuestra gratificación, como la pura euforia que se siente cuando, al manejar el perfil sinuoso de nuestro vehículo, las miradas terminan inevitablemente magnetizadas en nuestra dirección.

No es de extrañar si cuando hemos pensado a una prueba que comparara a dos reyes de la conducción al aire libre, dos spider, que aunque si se mueven en diferentes áreas, están unidos por los mismos principios de uso y retroceden sensaciones muy similares cuando los estamos manejando.

Un día con el viento entre el cabello

Es la mañana de un día soleado cuando, poco después del amanecer, salimos de Milán hacia el Lago Maggiore. Con un poco de trabajo sistemamos el equipo fotográfico, el drone para las tomas y la cámara de vídeo en el pequeño maletero del Mazda MX-5, caben exactamente las maletas para un fin de semana en dos personas.

Una vez fuera del garaje el aire frío de la mañana nos aconseja de no descubrir el auto, pero una prueba es una prueba y solo, pulsando el botón correspondiente, vemos una pequeña obra maestra de la ingeniería que, en sólo 13 segundos transforma el vehículo del estado de un pequeño coupé deportivo al de puro spider.

Sentarse a bordo es definitivamente cómodo, el puesto de conducción es casi perfecto y todo está al alcance. El cambio es corto y atractivo, al igual que el resto del coche. En un bit coleto el sistema de audio para el teléfono, doy play en  «Sultans of Swing», engrano la marcha y parto por la carretera desierta. Acelero aún más y el sound del MX 5 sube hasta desencadenarse exactamente mientras Mark Knopfler canta «You feel all right when you hear that music ring«, un escalofrío de placer corre a través de mi columna vertebral y yo pongo la segunda marcha dándome cuenta en ese momento preciso, la razón por la cual esta es el spider más vendido en el mundo.

Decelero con dificultad, no quisiera, y entro en la carretera de circunvalación. Procedo a 90 por hora, la velocidad máxima permitida en ese tramo de carretera. En estas condiciones, la protección contra el aire es casi total y no hace frío.

También puedo escuchar perfectamente las notas de la segunda canción de la lista de reproducción, sin siquiera subir el volumen. «This could be heaven or this could be hell«, dice el verso, y sonrío porque las palabras representan perfectamente el encanto de este automóvil mientras lo manejo.

En la carretera hay un poco frío. Enciendo el sistema de calefacción, oriento las rejillas de ventilación y desaparecen los escalofríos. Subo el volumen y disfruto de la música y la luz mágica de la mañana mientras, con un poco de gasolina, el Mazda MX 5 me mima avanzando en sexta a 130 por hora, consumiendo aproximadamente 14 kilómetros por litro.

Al salir de la carretera, finalmente encuentro un poco de curvas, bajo el volumen y y acelero. En las curvas, el Mazda es un go-kart, llano y en los carriles. Con un peso de menos de diez quintales, sus 131 caballos brindan emociones definitivamente desbordantes.

Disminuyo la velocidad y disfruto de los últimos kilómetros de viaje, a 60/70 por hora. Viajo con vistas impresionantes que puedo disfrutar sin limitaciones de campo de visión. Al pasar por las ciudades, el MX 5 atrae la atención y es objetivamente difícil no esitar en las marchas inferiores, el sonido del motor es superfino y contribuye un poco al efecto.

Luego, doblo a la izquierda y entro en la Marina di Verbella, camino los últimos metros, llego cerca de los muelles e, inmediatamente, reconozco al Prince 30 desde lejos.

Se destaca en su librea blanca / roja sobre el fondo de las aguas del lago que, en contraste con el verde intenso de la vegetación, hacen que el diseño general sea hermoso.

En las notas, de «Shine on your crazy diamond», cierro la parte superior rígida del MX 5, dejo el coche y camino a la versión náutica de este estilo de vida que, sin barreras, hoy ya ha revolucionado mi concepto de viaje personal, transformándolo de «tiempo de transferencia» a «puro placer».

Subo a bordo del Prince 30, la última creación deportiva de Nuova Jolly Marine, el astillero de Milán famoso en todo el mundo. Con una eslora de más de nueve metros y una potencia de 600 caballos de fuerza, esta nueva versión se produce con una coloración que, con el tradicional blanco, une interiores, frisos y acabados realizados en un rojo intenso que, inmediatamente hace pensar a su vocación de uso.

Las cualidades del casco que han hecho tan famoso los Nuova Jolly son claramente reconocibles. La proa es pronunciada y el ángulo de dead rise de una popa generosa. Detalles que además de mejorar las cualidades marinas, le dan al Prince 30 un aire aún más agresivo.

Subo a bordo sin esfuerzo, usando la gran plataforma que rodea a los dos Mercury Verado V8 de 4.6 litros y 300 caballos que equipan este barco. Llego al puesto de conducción, me siento y comienzo a estudiar la colocación de los instrumentos. El equipo está en los niveles más altos y, como en el MX 5, todo está al alcance, estudiado y organizado en el más mínimo detalle para ser utilizado sin el menor esfuerzo, en el menor tiempo posible.

Enciendo los motores e inserto el Mercury Active Trim, ya lo he probado y es excepcional. Suelto los amarres y, usando el sistema de pilotaje Joystick, salgo lentamente del puerto mientras la proa corta el agua sin hacer ruido.

Pongo las palancas electrónicas en modalidad de palanca única y avanzo. Los dos Mercury pasan rapidamente del murmullo silenzionso velocidad de ralentí a un sonido que es música pura y que, si fuera el título de una canción, sería, sin duda, «Losing My Religion», porque la aceleración del Prince 30 es simplemente incomparable a cualquier otro barco probado hasta ahora.

De cero a 50 nudos, en el agua, en 9 segundos. Es pura adrenalina. Pero el Prince 30 todavía acelera, y llega a la velocidad «espacial» de 56.7 nudos. Son 105 km/h y todo lo demás parece lento cuando te mueves tan rápido.

Reduzco la velocidad a 30 nudos y empiezo a girar con fuerza y, si no fuera porque el paisaje ha cambiado, podría pensar en estar todavía en el Mazda, dada la fuerza centrífuga a la que estoy sometido. Nuova Jolly ha creado un casco excelente, y es un placer jugar en busca de un límite que, a pesar de mis esfuerzos, nunca llega.

Y una vez más disminuyo la velocidad, y una vez más el Prince 30 me sorprende. Navego a 30/32 nudos, sin usar el trim, en posición horizontal perfecta mientras que, con una mirada al instrumento, entiendo que nos estamos moviendo consumiendo solo 1,67 litros por milla.

El día pasa rápidamente mientras el Prince 30 me lleva a descubrir las bellezas del Lago Maggiore.

La velocidad, la aceleración y la adrenalina se alternan con emociones que solo la navegación lenta puede proporcionar.

Es hora de volver. Navego lentamente y pongo «Calling You», Jevetta Steele entona las primeras palabras de esta canción fantástica, y nuevamente me emociono ante la belleza que, conduciendo al aire libre, se amplifica.

En la luz del atardecer, llego al muelle. Es la ocasión adecuada para retratar al Prince 30 y el Mazda MX5 juntos. Dos mundos, aparentemente tan distantes, se encuentran en un escenario que, mejor que cualquier palabra, explica al instante cuál es la razón por la que están tan cerca.

Vuelvo al auto, abro el capó y me voy. Está oscureciendo, pongo «Nothing Else Matters» mientras pienso que no hay mejor manera de explicar por qué estos dos medios son tan amados por aquellos que los poseen.

Con la contribución de Edoardo Baj Macario

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