No silbes que trae mala suerte!!!» Esto es lo que no se lleva, no se dice y no se hace a bordo.

Cuando los dos invitados que esperaba s a bordo asomaron en el pantalám P 4 de la Marina di Procida, una mezcla entre curiosidad, asombro y una pizca de pánico, se extendió entre los patrones, marineros y profesionales en el trabajo portuario. Las bocas y los ojos abiertos, no era causado por el andar elegante de las damas, como por la presencia arrogante de un enorme paraguas amarillo dirigido desde el brazo de mi amiga hacia mi barco.

En pocos segundos, las miradas se giran hacia el suscrito, como diciendo «… ahora es tu problema …», y las bocas pasaron de la estática posición medio cerrada del asombro, a una frenética producción de hechizos de estricta observancia partenopea. Esa horrible cosa amarilla estaba a punto de volcarme a bordo de una enorme cantidad de mala suerte. Tenía que hacer algo. Salí de manera instintiva y rápidamente me encontré a las dos amigas, que por pocos segundos lograron intercambiar mi inquietud por una oleada de entusiasmo. «Esto a bordo no sube» dije con una voz aguda, arrancando de sus manos la espantosa fuente de desgracias. El paraguas terminó en un armario y el pequeño crucero no sufrió ningún accidente. Pero el trauma no fue superado, y parece que aún hoy en día en Procida se habla de aquel día en el cual un paraguas estaba a punto de tocar el puente de un barco de vela.

Porque todo el mundo sabe: en el mundo de la navegación, las supersticiones son muchas y de naturalezas muy diferentes, todas originadas por algunas tradiciones y creencias, aun cuando algunas se han perdido en el camino. Supersticiones diferentes, diversas medidas que se adoptan en función de los países de origen de la nave, barco y la tripulación.

Una superstición universal, es justamente la que se refiere a la prohibición de llevar un paraguas a bordo. Esto parece ser un dogma aceptado en todas las marinas del mundo, pero cuál es el origen de esta creencia, aun no se conoce.

También la prohibición de silbar a bordo es universalmente aceptada. Que en muchos marinas incluso se extiende hasta el repudio de cualquier instrumento de viento. Parece ser que hasta silbar una simple canción genere borrasca. Pero no para todos. A los franceses, de hecho, le es permitido silbar si no hay viento, pero luego deben parar inmediatamente cuando el viento llega, para no provocar una tormenta. Según muchas fuentes, parece que el silbato es un gesto de soberbia del marinero, con el cual intenta desafiar el viento y atraer incluso la ira del diablo.

El color verde parece que trae una pésima suerte. Los orígenes son diferentes. Son dos los motivos más fiables. El primero se refiere al color verde del moho que podría atacar la madera de los veleros, por lo tanto muy peligroso para su desintegración y en consecuencia el hundimiento. Otro es el color verdoso de los cadáveres de los oficiales navales que, si murieron durante largas navegaciones, se devolvían a las familias solo al volver, por lo tanto luego de mucho tiempo y en condiciones de frescura dudosas.

Llevar un conejo en el barco? ni siquiera se habla de ello. En el caso en el que el comandante sea un supersticioso empedernido, está prohibido incluso pronunciar el nombre de cualquier roedor. Esto también tiene una explicación que hunde las raíces en la tradición de la navegación, es decir, en los tiempos en los cuales se llevaban a bordo de animales vivos para alimentos frescos. En el caso de los conejos, se descubrió que les gustaba atacar la madera del barco y los cabos, provocando con su mordisqueo, grandes daños.

Hoy en día es una creencia perdida en el Mediterráneo, pero en Inglaterra persiste aun, a bordo de barcos con comandantes tradicionalistas. Estamos hablando de la prohibición de embarcar banano y, en algunos casos, preparar cualquier alimento que lo contenga. El origen de la creencia radica en la facilidad con la que, durante los lentos transportes de un tiempo, salían malos, produciendo gas metano, que es muy tóxico. Más mundana, la motivación por la cual su piel era un peligro para los hombres de la tripulación que podrían deslizarse hacia abajo.

Y queremos mencionar la posibilidad de cambiar el nombre de un barco? Prohibido, ya que al tener un alma, su nombre se fija en el registro de los mares, para ser precisos el Registro de las profundidades, que si no está ocupado con otros asuntos, parece ser el mismo Poseidón que lo cuida. Cambiar el nombre sin decirle al jefe y los otros dioses (y cómo se hace?), significa hacerles una falta muy grave y se exponen a terribles castigos. Esta no es la única explicación que justifica esta creencia.

Otra nos dice que cambiar el nombre de un barco puede inducir a error a los marineros que accidentalmente pudieran embarcarse en el barco equivocado. Entre lo sagrado y lo profano, otra explicación con respecto a la costumbre de bautizar en la iglesia el último pentagrama o el mascarón del velero con el nombre dado a la nave. Pentagrama o mascarón, debían haber sido la única mujer a bordo, y cambiar nombre daría lugar a los celos de la mujer traicionada que en represalia podría hundir el barco.

Así que el nombre de la embarcación no se debe cambiar nunca… a menos que… En resumen, si justamente el barco de nuestros sueños tiene un nombre horrible, existen procedimientos permisibles para el cambio. Son diferentes, pero el más aceptado es la necesidad de eliminar de la popa el nombre original de manera que por ningún motivo podría resurgir, y eliminar del borde cualquier referencia, desembarcando y destruyendo llavero, placas, almohadas, sábanas y mantas, platos y tazas y cualquier otra cosa que tenga impreso el antiguo nombre. Pero eso es sólo el comienzo.

Lo más importante es hacer la ruta y luego cortar la misma siete veces. La tradición francesa es más rígida. Admite que el cambio se pueda hacer, pero sólo el 15 de agosto, cuando se tiene que hacer una larga bolinea con un par de vueltas, para luego apoyarse y bajar en popa, simulando el camino de una serpiente que se muerde la cola.

Y si vertemos un vaso de vino tinto de una virgen en la proa, si ponemos una moneda bajo el mástil, si un cura bendice el barco y si, en conclusión, juntamos las decenas de observaciones planteadas en todo el mundo, tal vez podemos estar seguros de mantener la mala suerte lejos de nuestro barco.

Podríamos seguir adelante hasta el infinito. Por qué si respetan todas las tradiciones y supersticiones también tendrán prohibido cortarse el cabello y las uñas a bordo, zarpar el viernes, regalar flores a un marinero, incluso hablar del grande Vito Dumas sería prohibido, ya que parece que trae más mala suerte que Marco Masini.

Nos detenemos aquí. Son principalmente creencias populares, pero que también ayudan a transmitir las viejas tradiciones y la memoria de los viejos problemas que hoy no existen. Sólo supersticiones. Pero como la suerte es ciega, pero su antagonista en cambio nos ve muy bien… piensen ustedes.

 

 

 

 

Nico Caponetto

A professional journalist, Nico Caponetto started his career as a newspaper journalist before entering yachting publishing 10 years ago. A sailing instructor, he has been sailing for 35 years. For some years, he has been working as journalist, skipper and instructor alternatively, teaching sailing, delivering boats and providing charter services.

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  • Si yo fuera navegante, dominguero o de verdad, no importa eso, llevaría una foto de Vito Dumas en el barco. Como puede traer mala suerte el hombre que dió la vuelta el mundo por el paralelo 40 en soledad? Si no hubiera llegado compro, pero lo hizo !!! No es un ídolo para los navegantes ? La gran proeza náutica de la historia Argentina... que raro...

  • Vito Dumas, el navegante solitario mas grande del Mundo. Reconocido mundialmente como tal. Acabemos de una buena vez con "mala suerte nombrarlo" etc, etc, etc... Eso surgió históricamente de la pacateria navegante de la alta sociedad de la época que no le podía llegar a los talones a Don Vito. Hombre deportista y humilde de pocas palabras y mucha acción. La historia ha demostrado que fue un iluminado, carácter perseverante y de acero, sin perder de vista que fue un "hombre" no un Dios.

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