En caso de emergencia, abandonar la embarcación puede ser una opción extrema pero obligatoria junto con la preparación de la balsa salvavidas
Entre el 27 y el 30 de octubre de 1991, el encuentro de dos profundas depresiones desencadenó lo que se llamó la «tormenta perfecta«. Primero un libro y luego una película reconstruyeron su génesis y las dramáticas horas vividas por la tripulación del Andrea Gail, que naufragó a unas 180 millas al este de la isla de Sable, en el Atlántico Norte. Nadie se salvó. Entre el 28 y el 30 de octubre, algunas boyas cercanas a la última posición del buque midieron picos de olas de 18 metros.
Menos conocida, aunque contada en el libro y la película, es la historia de Satori, un velero de 32 pies diseñado por Colin Archer. En esas mismas horas, con el propietario y dos de sus jóvenes colegiales a bordo, navegaba hacia las Bermudas cuando se vio afectado por la misma tormenta. El barco fue abandonado a 75 millas de Nantuket y la tripulación fue rescatada por un helicóptero de la Guardia Costera. En ese momento las olas superaban los 10 metros de altura.
El Satori, abandonado a su suerte, siguió navegando y fue encontrado prácticamente intacto varado en la costa de Maryland.
La misma suerte corrieron 20 de los 24 barcos abandonados durante la terrible tormenta de Fastnet de 1979. Todos fueron encontrados en condiciones de navegar o flotar, muchos de ellos sin daños graves.
Estos dos episodios, así como muchos otros similares, demuestran lo cierto que es el dicho de que nunca debemos abandonar el barco a menos que el barco nos abandone a nosotros. A menos que se hunda, el barco sigue siendo el lugar más seguro para sobrevivir.
Pero puede haber casos en los que el abandono sea la única salida para salvar a la tripulación. Un incendio indomable, una fuga irreparable o inalcanzable (un agujero de 10 centímetros por debajo de la línea de flotación deja pasar 90 litros de agua por minuto), son esas circunstancias en las que poner la balsa en el agua y abandonar el barco es la única opción que queda.
En estas circunstancias, el principal enemigo es el pánico. Para reducir la posibilidad de perder la cabeza, y en cualquier caso para poder actuar en condiciones de extrema tensión reduciendo al máximo los errores fatales y los olvidos, como siempre hay que prepararse.
Una vez tomada la dramática decisión de abandonar el barco, lo primero que hay que hacer es poner la balsa en el agua y, al mismo tiempo, activar el Epirb, si se tiene a bordo, que debe seguirnos si abandonamos el barco. Su funcionamiento es muy sencillo pero no lo reduzcamos al momento de la emergencia para comprobar si sabemos encenderlo. Su señal será captada por los satélites y enviada a las estaciones de escucha desde donde se pondrá en marcha el complejo mecanismo de rescate.
Si no lo hemos hecho ya en el momento de la emergencia, si es posible alcanzar el aparato de radio debemos lanzar el mayday que saldrá con mucha más potencia de la que podemos lanzar con una VHF portátil desde la balsa salvavidas.
Una balsa salvavidas es un lugar en el que te enfermas como un demonio, pero sobrevives. Hace unos años, tres de nosotros nos fuimos dos días y dos noches en una balsa Arimar. Fueron 48 horas horribles en el frío, mojado y con náuseas. Y no experimentamos la condición psicológica del náufrago, sino sólo la de tres periodistas que sabían que tenían que probar una condición de vida en un lugar confinado con sólo el equipo a bordo.
Se puede sobrevivir, pero para ello hay que ser capaz de meterlo en el agua. Por lo tanto, es esencial que la ubicación de la balsa sea óptima, de fácil acceso para poder ponerla en el agua atada con un cabo a la embarcación.
Extraer un contenedor que pesa 20 kilos en una situación de emergencia de la taquilla más profunda y voluminosa del barco se convierte en una empresa titánica. En el caso de la navegación que es poco más que costera, en el peor de los casos se puede extraer del casillero donde se agujereó y se puede poner en el fondo de la cabina. Será un estorbo, pero el nivel de seguridad aumenta definitivamente.
Una vez en el agua hay que alcanzar la balsa. Si es posible, no pasando por el mar, para evitar embarcarse mojado, sino acercándose por la popa. Una vez que la tripulación está a bordo y la situación se deteriora, hay que alejarse de la embarcación varias decenas de metros, comprobando que nada se haya enredado en las bolsas estabilizadoras de la balsa o en alguna de las cuerdas o cinchas con las que está equipada la balsa salvavidas.
Abandonar una embarcación y utilizar una balsa de emergencia: la importancia de los chalecos salvavidas, los fuegos y las bengalas
Otro elemento fundamental de prevención es la colocación de chalecos salvavidas. Si no hemos podido convencer a nuestros huéspedes de que los guarden en su propio camarote, todo el mundo debe saber dónde se han colocado, necesariamente en una taquilla de fácil acceso y no enterrada bajo metros cúbicos de ropa y bolsas.
Incendios y bengalas. Estos también, como ya hemos visto, deben estar en un lugar conocido por todos, siempre bien accesibles y se debe mostrar cómo utilizarlos durante una sesión informativa antes de zarpar. Cuando se ha declarado una emergencia, se debe disparar el fuego del paracaídas, pero no se debe utilizar el fuego de mano ni la boya de humo hasta que estemos seguros de que los rescatadores están a la vista, para ayudarles a localizarnos.
Equipo obligatorio aparte, sobre todo en las navegaciones más exigentes, es muy importante disponer de un recipiente estanco en el que guardar los fuegos adicionales, y de otro en el que introducir una epirb, un teléfono móvil o, mejor, un teléfono por satélite, un GPS de mano y una VHF portátil. Existen bolsas especiales en el mercado, pero basta con tener un contenedor estanco, ya preparado, que se puede recoger en unos segundos y llevar en la balsa.
Si nuestras navegaciones habituales no justifican tal equipamiento extra, el orden a bordo y la colocación de todo en el mismo lugar (VHF portátil, teléfono móvil, fuegos extra, etc.) nos permitirá recogerlos en pocos segundos sin necesidad de pensar en dónde podrían estar escondidos.
En la balsa salvavidas hay todo el equipo necesario para la supervivencia. Pero, ¿quién de nosotros ha visto alguna vez una balsa abierta? ¿Quién ha visto su contenido? Es importante hacerlo, y una ocasión es el momento de la revisión. La persona que lo realiza tiene la obligación, si lo pides, de dejarte asistir y ver lo que contiene y dónde está colocado.
Pero sobre todo, aunque no haya obligación si no se participa en regatas en alta mar o profesionales, para afrontar con prontitud un posible abandono de la embarcación y el uso adecuado de la balsa de emergencia, es muy útil asistir a un curso de supervivencia en el mar, donde se tendrá la oportunidad, entre otras cosas, de experimentar en el agua las dramáticas fases del abandono de la embarcación.