Un instructor, hace muchos, muchisimos años, me dijo: «Durante cualquier navegación lanza un salvavidas en el agua y grita: HOMBRE AL AGUA! No prestes atención a las maniobras y mira lo que pasa … Despuès piensa por un momento que podrìas estar tu en el lugar de ese salvavidas y reflexiona, si no te agitas, significa que tu tripulación ha sido bien entrenada y por lo tanto, mis sinceras felicitaciones!».
Sucede a menudo de ver pequeñas o grandes embarcaciones conducidas por él, comandante y dueño absoluto de toda la situación y ella, a parte que se frota la crema y busca un lugar para acostarse a tomar el súper bronceado que sólo en barco es posible conseguir.
Y bien, en caso que cayera en agua, ella por supuesto, se supone que él, con la inevitable gorra de capitán, pantalones cortos, camiseta, zapatos y todos los accesorios de capitán, “debería” no demorarse que unos segundos para repetir la maniobra, que de hecho, la primera y la última vez que lo intentò había sido cuando le habían dado el suspiro de alivio al comando de embarcaciones de recreo, vulgarmente llamada licencia.
Esperando que el recuerdo de esa maniobra todavía estè en su mente, me pregunto cuántas personas han caído en la oscura pregunta: ¿y si en vez caigo yo?.
Ella, la eterna pasajera, ¿qué hará? Si no tiene la licencia prescrita y cualquier noción náutica y también de paso està un poco cansada de él, podrìa sentirse «oficialmente» autorizada a ignorar esta maniobra de astronauta; Si por el contrario, todavía tiene un ligero afecto y no piensa aprovechar la ocasión, o prevalece la humanidad, ¿será capaz de salvarlo?
He aquí que el viejo consejo de mi instructor de probar con «un salvavidas» no está fuera de lugar y estoy casi seguro que nadie, de vacaciones y durante un crucero, se haya nunca entrenado para este tipo de evento, contando con la suerte y a la improvisación cada posibilidad de lograr esta maniobra náutica esencial.
La recuperación del hombre al agua se lleva a cabo, y por desgracia siempre, en circunstancias difíciles, es decir, nunca en el medio del verano y el mar en calma, más a menudo con grandes olas amenazantes, sin el chaleco salvavidas y haciendo caso omiso de los cinturones de seguridad previstos, olvidando el antiguo dicho «una mano para sí mismo y una para el barco».
Es así que en esta circunstancia desafortunada comienza la lucha contra el tiempo y, sin perder la cabeza, deben llevar a cabo las operaciones necesarias para la recuperación de la víctima.
Disculpen la pedantería y como nuestros padres decìan: repetita iuvant! Después de haber lanzado inmediatamente el anillo con la boya luminosa, la varilla del flotador o cualquier otro objeto visible en la superficie, el timonel memoriza la ruta para invertirla exactamente, mientras que, si hay otros componentes a bordo de la tripulación, uno en extrema popa seguirá con la vista el naufrago sin perder nunca el contacto. Si se tiene la opción de usar el motor, las velas se bajarán y después de invertir la ruta de 180° se maniobrará para dejar en barlovento a la persona en agua y así protegerlo de las olas e interruptores. Es importante poder detenerse lentamente para evitar empeorar la situaciòn yendo sobre el naufrago.
En este punto, las técnicas de recuperación difieren dependiendo de las causas que han causado la caída, por lo tanto, si se trata de un naufragio normal en plena fuerza o de un trauma a causa de la botavara u otros objetos. En este último caso mi instructor me había enseñado a usar las velas para extraerlo del agua y evitar el peor daño
Reanudamos el hilo del discurso inicial y luego estoy convencido de que no debes subestimar el hecho de que podrías estar tù en el agua.
A este punto es hora de que le enseñes a ella de dónde viene el viento, cómo se extraen y se guardan las velas, cómo se enciende y apaga el motor, còmo asegurarse que la hélice estè firme para no lastimar quèn estè en el agua. Piensalo! Ponla en las condiciones de salvarte o al menos, si no lo hiciera, ¡obligala a vivir el resto de sus días con un terrible remordimiento!
Buen viento.